La alarma suena a las de la mañana, escucho el ruido mientras abro el ojo izquierdo para localizar mi celular y desactivar la alarma. Me resisto a dejar la frescura de mi cama; estoy cansada, triste y ansiosa. Sé mi deber, ir a la escuela, pero ya no importa. Saca el pie izquierdo de entre las cobijas y pisa levemente el suelo, la calidez que siente consigue que mueva la pierna derecha y se impulse hacia el escritorio. Sin embargo, apaga su alarma y regresa de un brinco al lecho. Ha decidido no ir a clases y tampoco salir de su casa. Todo porque ya le llegó el hambre… y la culpa, el estrés, las ansias, los nervios y… sobre todo… el dolor.
Da una mamada entretanto se acariciaba su cagueta Ladyboy carnoso. Empujaba con fuerza. No quería que parara. Quería hacerle. Bendito igual que mi lecho y mi abuela. No quería estar.